
Tras sufrir una pájara el sábado, al nº 1 le cayó la ayuda del cielo en forma de lluvia, que supuso la suspensión del encuentro hasta el domingo cuando marchaba dos sets abajo. Una segunda oportunidad. 24 horas después, Nadal era, más o menos, el de siempre.
El problema fue que el rival, Murray, siguió siendo el del día anterior, el que confirma las expectativas que le proyectan como único tenista del circuito capaz de cuestionar la hegemonía del triunvirato Nadal-Federer-Djokovic.
La remontada pareció posible
El español disipó dudas de partida, conservando su servicio en blanco. Nadal había recuperado la profundidad con su derecha, y con ella, la iniciativa de los puntos. Al menos, en los juegos al servicio. En el otro lado, Murray no aflojaba marcha. Conservó sus saques con comodidad.
En vez de venirse abajo, Murray sacó su mejor tenis, tremendo con el revés y llegando fácil a cada bola. 1-1 en el cuarto set, servicio Nadal. El escocés forzó hasta siete pelotas de break, pero Rafa las levantó pacientemente, recurriendo, por fin, al servicio. En el siguiente juego, Nadal aprovechó la zozobra del escocés para romperle el saque en blanco, 3-1. El nº 1 pareció tomar el mando.
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